El teatro en la antigua Grecia era prácticamente gratis

Teatro del complejo religioso de Delfos.
Teatro del complejo religioso de Delfos.

El teatro en la antigua Grecia era prácticamente gratis porque estaba subvencionado. El teatro popular nació en Grecia como un carnaval, dedicado Dionisos, el dios del vino y del desenfreno, y evolucionó desde un origen religioso, el de las iniciaciones mistico-teatrales de los sacerdotes llamadas «misterios» hasta convertirse en una representación en la que los actores conmovían o hacían reír al público.

Fue un mes de marzo, era en esa época del año cuando se celebraban las fiestas en honor de Dionisos. El dios del vino y la embriaguez hacía aflorar en los atenienses un sentimiento de frenesí y desinhibición perturbadora durante días -en los que se bebía y danzaba sin freno -, en una especie de éxtasis colectivo. Era la época de humanizar a los dioses y mofarse de sus bajas pasiones. El momento de enmascararse y de ritualizar escenas de cara al público, de repartirse diálogos y personajes.

Se atribuye a Pericles, en el siglo V a. C., la construcción del primer teatro de piedra, del primer teatro cubierto (Odeón) que aprovechaba la orografía de la colina de suave inclinación. Se optó por el espacio situado justo al norte del templo de Dionisos, donde la vertiente meridional de la acrópolis formaba un auditorio natural.

Las partes principales del teatro eran la escena, reservada a los actores; la orquesta, destinado al coro -comentaba las situaciones y daba réplica a los intérpretes -, y el auditorio o platea donde se sentaba el público. La parte delantera de la cena, el proscenio, constaba de una superficie móvil pintada que reproducía el lugar de la acción. El giro de unos grandes prismas situados a ambos lados del escenario permitía el cambio de decorado con el consiguiente salto de espacio y tiempo.

En un pequeño balcón adosado al escenario aparecían los dioses del Olimpo, y una grúa llamada “deux ex machina” les hacía bajar acciones subir de nuevo, como si las debilidades estuvieran saltando el cielo la tierra y viceversa. Este trasiego era muy aplaudido por la concurrencia. Convertir a los inmortales el motivo de guasa era una de las grandes diversiones de los griegos. En el centro del coro se hallaba en el altar de Dionisos, piedra angular de que se tributan todas las actuaciones. El narrador, que iba haciendo una breve presentación de las distintas escenas, se situaba en una tarima para que rompiese bien el público.

Los camerinos de los actores los almacenes para el vestuario eran aplicados en alas cerradas y allí se guardaban, además, los accesorios, el decorado, y el atrezzo.

La gradería, llamada “koilon”, albergaba localidades de piedra y contaba con pasillos escalonados que evitaba que el público resbalada.

La audiencia comía y bebía allí mismo mientras se representaba la obra, lo que da una idea aproximada del espíritu de diversión y fiesta que suponía acudir al teatro. Se cuenta que cuanto mayor era la desaprobación del público hacia lo escenificado, con más glotonería y gula daban cuenta de los dulces vinos, en un gesto de gastronómico abucheo.

Pero eso era el pueblo llano. La elite -magistrados, altos funcionarios y sacerdotes -ocupaban unos asientos privilegiados que circundaban el coro. El teatro fue muy popular en Atenas, entre otras razones, porque estuvo subvencionado, de suerte que la prácticamente gratis y las funciones tenían siempre garantizada la afluencia masiva de público.

Los actores aparecían en escena ataviados con una túnica y un manto a la espalda. Los jóvenes se disfrazaban de seres fabulosos -sátiros -que acompañaban a Dionisos y que con actitud provocadora mostraban un taparrabo peludo con un falo y una cola, además de una máscara vagabunda de orejas picudas. El flautista que acompañaba al coro lucía los ropajes más lujosos. En la comedia se empleaban disfraces grotescos de maya, con barrigas, posaderas y falo descomunales, lo que provocaba la hilaridad del público. Los actores calzaban “coturnos”, es decir unos borceguíes con alzas de corcho que se aumentan o disminuyen en centímetros dependiendo de la importancia del personaje.

Uno de los elementos que mejor definen el legado teatral de la Grecia clásica son las máscaras. Hechas de tiras de lino encoladas, se presentaban con un rictus de boca entreabierta que se ajustaba a las facciones del actor. Las máscaras constituyan, además, una magnífica caja de resonancia, para que la voz del actor se proyectara llegar a audible a las filas más alejadas de la cena.

Las propias gradas estaban situadas de tal manera que servían de eco y cuanto se decía en el escenario, recogían y amplificaban del sonido. Cualquier ruido por insignificante que fuera se escuchaba con nitidez en el patio de butacas, gracias a la excelente acústica de los teatros.

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