Milenios después de ser usada por última vez, la escritura de los antiguos egipcios acaricia el sueño de la inmortalidad y la viralidad del mundo digital. Un futuro cercano que amenaza con hacer danzar a teclados y pantallas al ritmo de las «palabras divinas» de la tierra de los faraones, contagiados por la canción con la que la banda estadounidense The Bangles alcanzó el éxito a finales de 1986.

El complejo universo de los jeroglíficos, descifrado tras el hallazgo de la piedra de Rosetta en el siglo XVIII, centra ahora el baile de Unicode, el estándar de codificación de caracteres pergeñado para permitir el tratamiento informático, la transmisión y la visualización de textos en múltiples lenguajes. Su consorcio acaba de hacer público un borrador para la codificación de los jeroglíficos egipcios. «Contar con estos caracteres en Unicode permitirá que la gente pueda enviar textos con jeroglíficos sin necesidad de fuentes especiales o no estandarizadas.

Se podrá buscar en documentos y a través de internet así como copiar y pegar texto en diferentes aplicaciones», relata a EL MUNDO Deborah Anderson, lingüista y directora del Script Encoding Initiative, un proyecto de la Universidad de California en Berkeley que apoya la misión y trabaja desde 2002 en la tarea de preservar idiomas a través de Unicode. «Cuando enviamos un mensaje en el móvil, usamos el correo electrónico, escribimos un documento en un procesador de textos o buscamos en internet, estamos empleando Unicode», reseña.

El reto de revivir el lenguaje de los faraones y sumarlo a la revolución digital no está exento de obstáculos. «Hasta ahora el avance ha sido prometedor pero complicado porque la lengua egipcia y en especial su sistema de escritura requiere también de un análisis profundo de la interacción entre la fónica, la semántica y la posición espacial de cada signo», explica a este diario Antonio J. Morales, egiptólogo de la madrileña Universidad de Alcalá de Henares.

«No es lo mismo que un signo esté arriba que abajo, a la izquierda que a la derecha, y en principio las fuentes Unicode, una vez extiendan su repertorio hasta incluir casi todos los jeroglíficos conocidos hoy en día, aún tendrán que lidiar con el posicionamiento de los mismos en pantallas de móviles, tabletas o consolas», agrega este especialista en epigrafía, director de una excavación en la milla de oro de Luxor y uno de los rostros de la Egiptología española con más proyección internacional.

«En general, los egiptólogos usamos un software porque permite no sólo emplear signos sino situarlos, cambiarlos de escala o ponerlos en un lugar concreto del grupo de signos sin que ello sea una tarea harto complicada. Eso, por ahora, resulta casi imposible en un móvil por ejemplo, y no lo permite el lenguaje Unicode en general. Con el tiempo imagino que se luchará contra este problema y se resolverá también».

Los artífices del borrador -un grupo multidisciplinar de lingüistas, diseñadores de fuentes, informáticos y egiptólogos- afrontan todavía la faraónica misión de sumar al sistema miles de jeroglíficos. Se estima que entre 750 y 1.000 fueron empleados durante los imperios antiguo, medio y nuevo. La cifra, sin embargo, se disparó durante el período grecorromano, en tiempos de Alejandro Magno o Cleopatra, hasta alcanzar los 7.000 símbolos.

«El borrador presenta un sistema unificado y lógico de taxonomía que traerá un orden a los diversos y contradictorios intentos de enumerar de una manera sistemática la gran cantidad de jeroglíficos del período tardío», arguye en conversación con este diario Barbara Richter, experta en Egiptología de Berkeley y otra de las colaboradoras de la iniciativa. «En estos momentos se necesitan horas para revisar los distintos catálogos en busca de un signo en particular», admite la autora de los jeroglíficos que ilustran esta página. «Es el tiempo que me ha llevado componer estos emoji».

La revolución faraónica del Unicode será el final del suplicio para muchos académicos. «Les facilitará la tarea de crear textos y buscarlos», avanza Anderson. Las limitadas posibilidades actuales de Unicode tienen como base el listado de signos trazado en la década de 1950 por el egiptólogo Alan Henderson Gardiner a partir de 1071 caracteres. «La nueva clasificación, que tiene tres niveles, es elegante en su simplicidad. El primero preserva las agrupaciones básicas de signos de Gardiner con la que todos los estudiantes y académicos ya están familiarizados. El segundo divide este grupos entre subcategorias lógicas facilitando la búsqueda de un signo por tipo y el tercero ubica al signo concreto dentro de su subgrupo», enumera Richter.

La irrupción en el Unicode sorteará la obsolescencia de los programas actuales como Sesh, WinGlyph o Vector Office; facilitará la búsqueda de signos y la datación de documentos cuya época se hallan aún por determinar y allanará el camino a la indexación de textos.

Más allá de las aulas y centros de investigación, el nuevo sistema y su ingente número de caracteres abrirán las puertas al público en general. Googlear, traducir o wasapear como si se fuera un escriba del antiguo Egipto será una realidad paralela a las bondades que festeja la comunidad científica. «Será posible usar los jeroglíficos como emoticonos, especialmente teniendo en cuenta que un solo signo puede encerrar a veces el significado de una palabra completa», confirma Richter. Desde cruzar un «Hola», un «Bienvenido» o un «Adiós» hasta expresar un estado de ánimo a través de los logogramas de un hombre feliz alzando los brazos; servicial sosteniendo una bandeja con ofrendas o alimentos; fraternal enlazando su mano con el prójimo o vencido con el cuerpo del revés.

Un universo de opciones que, unido a unos forofos por la Egiptología que son legión planetaria, revitalizará un lenguaje que pervive sobre los muros de majestuosos templos y tumbas o en los papiros rescatados milagrosamente de los enterramientos. Aplicaciones para la enseñanza de idiomas como Duolingo -un sitio web fundado en 2011 destinado al aprendizaje gratuito de idiomas- podrían añadir, además, el antiguo egipcio a su catálogo de lenguas vivas. «Sería un apoyo para la difusión de los jeroglíficos», esboza Anderson. «Resulta muy interesante porque se está desarrollando un sentimiento de protección de estas lenguas y sistemas de escritura que, con el tiempo, podrían perderse si uno no las cuida, estudia y desarrolla», vocea Morales.

El proyecto está financiado por el Fondo Nacional para las Humanidades (NEH, por sus siglas en inglés), una agencia del gobierno estadounidense. «Es un logro que éste y otros organismos públicos financien el estudio de textos y sistemas de escritura. En Alemania se aprobó hace poco un proyecto de estudio del hierático y se financió con seis millones de euros. Las comparaciones son horribles pero en España creo que no hemos dedicado seis millones a un solo proyecto en humanidades en la vida», censura el egiptólogo sevillano, doctorado en la Universidad estadounidense de Pennsylvania.

El nuevo sistema continúa instalado en el laboratorio, completando su complicado engranaje. «Una vez que los caracteres que permiten jugar con las posiciones se publiquen en la versión 12.0 de Unicode, alrededor del próximo marzo, se necesitarán uno o dos años para que aparezcan en las fuentes», pronostica Anderson. «Para sumar el resto de signos, especialmente los de épocas tardías, se necesitarán años antes de aparecer por Unicode».

Un tesoro que promete nuevos hallazgos. «Es un período en el que se manejaron jeroglíficos muy inusuales. El proyecto es especialmente importante porque permitirá transcribir los textos y hacerlos susceptibles de ser buscados, algo imposible en estos momentos. Los escribas de esta época fueron muy creativos», recalca Richter. El desafío será entonces trasladar y volcar todos los pliegos. «Las publicaciones previas han usado jeroglíficos dibujados a mano o elaborados por ordenador en formato de imagen y tendrán que ser escritas en Unicode», desliza Richter. «Tal vez podamos usar aprendizaje automático e inteligencia artificial para la tarea de escanear los viejos textos y convertirlos en Unicode», propone.

«La digitalización de los textos jeroglíficos -asevera- los guardará para la posteridad y abrirá su uso y estudio a una audiencia más amplia. Será una esperanza también para otros idiomas antiguos del mundo que se encuentra en declive». Las palabras divinas que, esbozadas por escribas y miembros de la corte, surcaron el Nilo hace 4.000 años estarán listas para escurrirse entre nuestros dedos, vagar entre bits y danzar heroicas entre un sinfín de pantallas.

Fuente: El mundo

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