El pastor que quiso ser famoso

He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande.
Antípatro de Sidón Antología griega (IX.58)

Erostrato de EfesoLa noche del 21 de julio del año 365 a.C, cuentan que en la lejana Macedonia y la misma que nació Alejandro Magno, ardía hasta los cimientos una de las 7 maravillas del mundo antiguo, el Templo de Artemisa, 120 años de construcción fueron víctima de la locura de un pastor en una sola noche.

Este pastor se llamaba Eróstrato y nació en Efeso (Turquía), de padre desconocido y madre violenta y maltratadora, cuentan que al nacer mostraba una media luna, un pequeño signo debajo de un pezón que lo convertía en «Hijo del fuego» por lo que las asistentes al nacimiento, rápidamente asociaron esta marca a un vaticinio, el niño había sido consagrado de forma natural a la Diosa Artemisa.

Efeso se había convertido a causa del saqueo persa de Mileto en una gran ciudad, mantenía activos dos puertos fluviales gracias al río Caistro, las mercancías llegaban desde Grecia, Egipto, Persia… los comerciantes vendían y compraban oro y plata, telas de lino y fina seda, especies, ajuares domésticos y abastos de todo tipo llenaban los mercados de una ciudad en prosperidad.

The Golden Age: The Temple of MisfortuneAquel niño creció con la esperanza de que algún día sería uno de los «elegidos» de Artemisa, todo su empeño se dedicaba a intentar convertirse en sacerdote y observaba con asiduidad las procesiones de la Diosa que salían desde las orillas del Caistro.  Cuentan que Eróstrato era virgen y que esperaba poder ofrendar su virginidad a la Diosa. Sus ganas de fama le convencieron que era alguien especial y superior al resto de mortales. En primer lugar intentó unirse a varios grupos de filósofos entre ellos los discípulos de Heráclito esperando que le revelaran algún secreto oculto del templo pero nunca logró su objetivo, su falta de aptitud, su egocentrismo y la malograda inquietud de «ser alguien» junto a su bastardía le impidieron cumplir el ideal perseguido, conocer los secretos de los iniciados, ya nunca podría levantar el velo que cubría el rostro de la Diosa…

En su propio satrapismo se desterró él mismo a ladera del Koressos, una vida de ermitaño en unas antiguas cuevas desde las cuales podía observar el Templo y el conocimiento que no había podido alcanzar. Pasaba el tiempo mientras la envidia y la desidia crecían en él, aquello que tanto había amado se había convertido en una estrella tan inalcanzable que pasó al rencor más profundo, ahora solo quería destruirlo…

La noche del 21 de junio del año 365 a.C llevó a cabo el plan que tanto anhelaba, se deslizó por la ribera del Caistro en un sigiloso y escurridizo zigzagueo de serpiente tal y como había hecho otras tantas veces , pero como nos cuenta Plutarco[ref]Según Plutarco:«Nació, pues, Alejandro en el mes Hecatombeón, al que llamaban los Macedonios Loo, en el día sexto, el mismo en que se abrasó el templo de Ártemis de Éfeso, lo que dio ocasión a Hegesias el Magnesio para usar de un chiste que hubiera podido por su frialdad apagar aquel incendio: porque dijo que no era extraño haberse quemado el templo estando Ártemis ocupada en asistir el nacimiento de Alejandro. Todos cuantos magos se hallaron a la sazón en Éfeso, teniendo el Suceso del templo por indicio de otro mal, corrían lastimándose los rostros y diciendo a voces que aquel día había producido otra gran desventura para el Asia. Acababa Filipo de tomar a Potidea, cuando a un tiempo recibió tres noticias: que había vencido a los Ilirios en una gran batalla por medio de Parmenión, que en los Juegos Olímpicos había vencido con caballo de montar, y que había nacido Alejandro. Estaba regocijado con ellas, como era natural, y los adivinos acrecentaron todavía más su alegría manifestándole que aquel niño nacido entre tres victorias sería invencible.» Vidas paralelas, Vida de Alejandro – Tomo IV, capítulo III[/ref] , aquella noche la diosa Artemisa estuvo más atenta al nacimiento de Alejandro que a su propia guardia quienes dormían al cobijo de las inmensas lámparas de fuego que la iluminaban la entrada. Prendió su antorcha con aquel fuego sagrado y entró sin permiso en la Naos. La inmensidad le sobrecogió, por un instante el aroma del incienso le hizo recordar aquella vida de sacerdocio que tanto había soñado…

Artemisa EfesoSe acercó a la cella, la cámara que contenía tras su cortina, una impenetrable tela de color púrpura de ribetes de oro y que velaba el rostro de la Diosa a los profanos. En un gesto rápido la apartó dejando entrever a la luz de la antorcha el hermoso cuerpo sagrado de la Diosa, esculpido en el mármol más blanco que sus ojos habían visto jamás y con su enorme panal de abejas que salía de su pecho. Aquella imagen le sobrecogió, por un instante dudó del acto que iba a cometer en breves instantes, la belleza de la Diosa que se levantaba ante él superaba todas sus expectativas, se inclinó para besarle los dedos de los pies. Acto seguido regocijó sus ojos en el montón de piedras preciosas, esmeraldas, zafiros y rubíes que brillaban a la luz de la funesta lumbre que sujetaba. Su mirada se precipitó sobre el manuscrito de Heráclito, aquel que había sido consagrado el primer día de la construcción del Templo, lo agarró con sus manos y violando las leyes leyó y conoció los secretos de los iniciados…

Agarró con su mano el preciado velo y rodeando el pronaos fue prendiendo fuego al cortinaje que no tardó en arder debido a la cantidad de aceites aromáticos que llevaba impregnados, el fuego alcanzó rápidamente los artesonados de ébano, ya todo estaba perdido. El fuego se enroscaba en los capiteles de las columnas de mármol abrasando la noble madera que contenía las enormes placas de oro consagradas en otro tiempo, las tejas empezaban a resquebrajarse y a caer desde lo alto hacia el interior del templo y en medio de esta grotesca escena, Eróstrato alzaba las manos y gritaba a los cuatro vientos:

Miguel Almagro Eróstrato
Dibujo de Miguel Almagro© Síguelo en facebook

– ¡Fuego! ¡Fuego!!, ¡Eróstrato!, ¡Eróstrato!

Los guardias le prendieron y tuvieron que amordazarle para que dejará de gritar su nombre. Fue encerrado en una celda y torturado  a ordenes de Artajerjes esperando que confesara el motivo pero el pastor que quería ser famoso no hacía otra cosa que gritar su nombre, fue ejecutado aquella misma noche.

Las 12 ciudades jónicas prohibieron a partir de aquella noche  y bajo pena de muerte llamar a cualquier niño bajo el nombre de «Eróstrato», se le aplicó la DAMNATIO MEMORIAE (Condena de la memoria), su nombre fue repudiado pero la historia nos recuerda que aunque alcanzó el objetivo pretendido, lograr ser inmortal, a pesar de que esto le supusiera destruir aquello que tanto había amado y que estaba considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, la musa Clio nos enseñá una vez más lo tremendamente nefastos que son la envidia, el rencor y el odio en el corazón de un ser humano.

Este hecho novelado está basado en el texto de Marcel Schwob «Eróstrato, el incendiario» y en la actualidad conocemos la historia a través de Estrabón o Plutarco entre otros.

El síndrome de Eróstrato

En la actualidad se conoce como «síndrome o complejo de Eróstrato» a un trastorno psicológico que consiste en «querer ser famoso a toda costa», no importa que sea para bien o para mal. En el libro «El Quijote» encontramos esta conversación donde Sancho dice lo siguiente:

– Pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren.

A lo que Don Quijote le responde:

– Eso me parece, Sancho –dijo don Quijote-, a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas, no puso ni nombró en ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las demás, se quejó al poeta, diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las otras, y que alargase la sátira, y la pusiese en el ensanche; si no, que mirase para lo que había nacido. Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama, aunque infame. También viene con esto lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego y abrasó el templo famoso de Diana, contado por una de las siete maravillas del mundo, sólo porque quedase vivo su nombre en los siglos venideros; y, aunque se mandó que nadie le nombrase, ni hiciese por palabra o por escrito mención de su nombre, porque no consiguiese el fin de su deseo, todavía se supo que se llamaba Eróstrato.

No es extraño ver en nuestra época personajes cuya ansia de fama no le impide hacer el ridiculo delante de millones de espectadores, decir lo que sea con tal de tener una exclusiva y su minuto de fama.

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