Los Inmortales persas inventan la guerra psicológica

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los Inmortales persas

Fuerza de choque invulnerable, los Inmortales persas fueron el ariete con el que Persia dominó Asia Menor y Egipto, y puso en un aprieto a Atenas.

Tan decisiva como la destreza militar, era su aspecto imponente y su parafernalia, destinados a infundir pánico entre las filas enemigas.

El primer escollo que debieron sortear los griegos en Maratón fue psicológico. Cuenta Herodoto que el miedo en las filas helenas era tal, que el mero hecho de pronunciar la palabra “persa” hacía cundir el desánimo las tropas. No hay que olvidar que este pueblo, de origen ario, era visto por atenienses y espartanos como bárbaros, seres crueles y despiadados, guerreros invencibles, que dejaban un rastro de muerte y esclavitud a su paso. Aquel trauma no carecía de fundamento. Los propios persas se encargaron de infundir el miedo, en una suerte de gran guerra psicológica, mediante un cuerpo de élite prácticamente inexpugnable que respondía al inquietante nombre de “los Inmortales”.

Se trataba de una unidad militar ligada directamente al rey, y compuesta por 10.000 hombres, que por su preparación militar, su disciplina y su imponente parafernalia solía ir a la vanguardia de las tropas. Se llamaban “Inmortales” porque cuando uno de ellos que caía en combate a causaba baja por enfermedad era automáticamente sustituido por otro. De suerte que nunca eran ni más ni menos de 10.000.

En principio, era un cuerpo de infantería pero según diversas fuentes, también disponían de unidades de caballería. Herodoto llega hablar de lanceros y también de arqueros. En algunas épocas, se cree que pudo haber hasta diez regimientos de Inmortales. Blandían astas cortas, arcos grandes, saetas de caña y una correa colgaban afiliados puñales.

Pero lo decisivo, al margen de la variedad de las armas y de su diestro uso, era el número de combatientes. Ver aquella masa compacta de 10,000 hombres avanzando, con su bosque de lanza siervos, en dirección hacia las pequeñas polis griegas o los enclaves helenos de la costa de Asia Menor, resultaba verdaderamente impresionante.

Lo cierto es que se trataba de una fuerza de choque que permaneció invicta durante mucho tiempo. En Maratón mordieron por primera vez el polvo. Posteriormente, Alejandro Magno los derrotaría en la batalla de Gránico y su leyenda comenzó a apagarse.

Como siempre que se habla de guerra psicológica, tan importante como la bravura de los combatientes o sus armas, era su porte externo, destinado a amedrentar a sus enemigos. La indumentaria y el armamento de los Inmortales era vistoso y espectacular, acorde, con su categoría y su fama casi legendaria. Según Jenofonte, los 10,000 que siguieron a rey Ciro llevaban cascos, espinilleras y escudos de bronce ataviados junto a una vestimenta con túnicas de color carmesí. Herodoto cuenta que cubrían sus cabezas con unas tiaras de lana, y que ceñían sus cuerpos con unas túnicas de mangas irisadas que formaban un coselete de escamas de hierro “parecidas a las del pescado”.

Los Inmortales siempre eran precedidos por una comitiva de lujosas carrozas donde viajaban sus concubinas y una gran compañía de criados ataviados de vistosas levitas. Una cohorte de camellos portaba sus bastimentos, separados de las vituallas del ejército. Mientras los Inmortales cerraban el grueso del cuerpo militar, y las puntas de sus lanzas portaban granadas de oro en lugar de puntas de hierro, las armas de los restantes soldados, nunca inferiores a 9.000 hombres, las llevaban de plata.

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